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Eventos sociales y comer emocional


A su vez, planteamos algunas de las situaciones que suelen darse cuando se acerca un evento social, y aunque no ahondamos en el aspecto psicológico, hoy Cristina Ortiz (@crisortiz_psico), nos da unas explicaciones de qué es lo que ocurre, y nos da unos consejos muy útiles para tener una buena relación con la comida, y tener unas salidas saludables.

Según Cristina Ortiz, uno de los principales problemas que desencadenan esta mala gestión a nivel psicológico de los eventos sociales, son las experiencias previas.

"Muchas personas cuando vienen a consulta, ya han realizado varios intentos de dietas previamente (casi siempre restrictivas, iniciadas por su propia cuenta a partir de lo que leen en revistas, le dicen sus conocidos, o bien a través de profesionales que NO SON NUTRICIONISTAS). Por lo que no aprenden a realizar un cambio de hábitos y gestionar los eventos sociales, sino que aprenden a vivir los cumpleaños, barbacoas, salidas… con elevados índices de ansiedad: antes, durante y después. Les temen e incluso, (se) ponen mil excusas para no asistir. Y si lo hacen, no puede ser de otra forma que no sea “poniéndose las botas”.

La ansiedad previa al evento suele venir generada por pensamientos del tipo: “iré y habrá todo tipo de alimentos que no puedo comer” “como empiece, no voy a poder parar” “toda la semana esforzándome y ahora, si voy, lo tiro todo por la borda seguro". Todos estos pensamientos y la ansiedad que genera aumentan y se hacen más potentes, a medida que van pasando los días y se acerca el evento.

Una vez llegado el día, los pensamientos que suelen aparecer son: “un día es un día y me lo merezco por toda la semana de esfuerzo”. Otra opción es la de "iré, pero comeré poco o nada de lo que allí haya". Sin embargo, la realidad es que cuando la persona se encuentra ante el festín de alimentos, y tras varios días de ansiedad, decide empezar a probar las diferentes opciones y de repente “de perdidos al río, mañana compensaré”. Y… ¿por qué ocurre esto? Por ese empeño por CONTROLAR la situación, lo cual resulta una lucha agotadora para la persona que, finalmente recompensa todo ese esfuerzo con la comida que tiene delante.

Los sentimientos negativos post-evento, suelen ser:

-Si la persona no ha acudido al evento: frustración y tristeza por no haber podido pasarlo bien.

-Si la persona ha acudido, pero no ha llevado acabo aquello que se planteaba, aparece malestar, culpa, rabia, frustración y tristeza. El automachaque por no ser una persona capaz de CONTROLAR la situación. Y ahora, toca el compensar. Pero ¿Qué pasa si la semana que viene, de repente, nos invitan a otro evento social? Vuelta al bucle que vimos en el primer post.

En estos casos, las personas no comen por un hambre real, sino por un hambre emocional. Es decir, por un intento de calmar sus emociones a través de los alimentos. El comer emocional, no es siempre algo negativo. Todos tenemos comer emocional ya que lo vamos aprendiendo desde pequeños. Sin embargo, para muchas personas, el comer emocional se convierte en una auténtica lucha diaria consigo mismo y con los alimentos, y que, en muchas ocasiones, repercute en múltiples áreas importantes de su vida: personal, laboral, social, sentimental…

Dicho todo esto, la siguiente pregunta sería:

¿Cómo se puede tener vida social ante un cambio de hábito?

Lo principal, es acudir siempre a los profesionales adecuados:

Un profesional de la nutrición para la educación nutricional que nos guíe, nos asesore y sobre todo, nos ofrezca herramientas alternativas más saludables ante las dificultades. Por tanto, no es el profesional que os pesa, os pone una planificación quincenal estándar para el frigorífico y os riñe si no lo hacéis bien.

Y, por otro lado, un profesional de la psicología si existe esa necesidad de calmar emociones a través de la ingesta, y si persisten de manera rutinaria sentimientos de ansiedad, frustración, rabia…a la hora de controlar dicha ingesta. Y es que, es precisamente ese afán por CONTROLAR el que llega a desencadenar todo este malestar. Porque no se trata de controlar sino de aprender a gestionar poco a poco esas situaciones de la manera que mejor se adapte a nosotros. A este trabajo en equipo entre nutrición y psicología lo llamamos Psiconutrición.

Es importante que cuando en un evento social haya comida por delante, le otorguemos la cualidad de normalidad, donde lo único que cambia es el contexto en el que acostumbramos a hacerlo.

¿Te comerías en casa un día cualquiera la misma cantidad de comida, o comes casi compulsivamente en un evento social?

¿Y si mejor, empezamos a dialogar con nosotros mismos y nos preguntamos cuánta hambre tenemos a medida que vamos comiendo? Sea la elección más saludable o no. “¿De verdad te apetece seguir comiendo? ¿cómo te vas a sentir después?”. Y si… ¿nos centramos en los sabores, en la textura o en los colores, si intentamos saborear la comida manteniendo los bocados un rato en nuestra boca y lo ingerimos poco a poco? Sin prisa. Disfrutando.

El comer de una manera consciente, atendiendo y escuchando a nuestros sentidos y a nuestro estómago, hará que nos sintamos realmente saciados en todos los aspectos: emocional y fisiológico. Y que, además, podamos disfrutar del momento sin sentirnos mal, sin culpas y sin tener que pensar en compensar.

Se trata de iniciar un proceso de autoconocimiento, un proceso de cambio de hábitos donde incorporemos nuevas acciones, herramientas y estrategias alternativas que nos vayan ayudando a ir gestionando las diferentes situaciones de la manera que nos resulte más cómoda.

Y por supuesto, entender y aceptar que quizás, estemos precisamente más cómodos sabiendo que el 85% de nuestras decisiones serán saludables y que el resto, siempre va a variar en función de otros factores. Sin necesidad de verlo como excepciones, de machacarnos por ello, de sentirnos mal o de tener que estar todo el rato pensando en compensar.

Darle de nuevo las gracias a Cristina por compartir con nosotros sus conocimientos, y a vosotr@s por compartir.


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